sábado, 29 de octubre de 2011

Los viajes de Pizarro

Francisco Pizarro dirigió 3 viajes para conquistar el Tahuantinsuyo. Los organizó desde 1524 cuando fundó la "Empresa del Levante" con sus socios Diego de Almagro y Hernando de Luque.

Primer viaje
En 1524, con mucha ilusión por conquistar las ricas tierras del Perú, Francisco Pizarro, Diego de Almagro y Hernando de Luque fundar en Panamá la Compañía del Levante. El fraile Luque representaba los intereses de Gaspar de Espinoza, principal financiador de la empresa. El gobernador Pedrarias también se incorporó aportando una apreciable cantidad de dinero.

A comienzos de setiembre del mismo año ya estaban listos dos barcos, el "Santiago" y el "San Cristóbal". El día 13 zarpó el "Santiago", al mando de Francisco Pizarro, con 112 españoles y algunos indios nicaraguas de servicio.


De Panamá se dirigieron a las islas Perlas, luego desembarcaron en Puerto Piñas, avanzaron por la costa colombiana hasta que llegaron a un punto que llamaron Puerto de Hambre, por que se acabaron las provisiones, y el barco "San Crisóbal" no aparecía para socorrerlos. Entonces Pizarro envío a Gil de Montenegro con el "Santiago" para recoger alimentos en las islas Perlas. Durante 47 días esperó el capitán en Puerto de Hambre. Cuando llegó Montenegro ya habían muerto más de 30 expedicionarios por la falta de comida.

A comienzos de 1525 se reanudó el viaje y llegaron al Fortín del Cacique de las Piedras, donde los españoles fueron recibidos con una lluvia de piedras y lanzas, que dejaron varios heridos, entre ellos el mismo Francisco Pizarro. Dejando 5 desaparecidos, los sobrevivientes se reembarcaron y emprendieron el retorno hasta Chochama, al sudeste de Panamá.

Mientras tanto, Almagro ya estaba en camino con 50 hombres a bordo del "San Cristóbal", y para su mala fortuna desembarcó en el Fortín de Cacique de las Piedras. Los indígenas los atacaron con fiereza. En el combate una flecha le cayó en un ojo a Diego de Almagro, quien por poco es capturado por los nativos. Un negro esclavo logró rescatarlo, pero el manchego quedó tuerto para siempre. Almagro mandó incendiar el fortín rebelde, que desde entonces es recordado como Pueblo Quemado.


Almagro buscó a Pizarro hasta el río San Juan, en los manglares colombianos. Al no encontrarlo regresó hasta las islas Perlas. Aquí se enteró que su compañero estaba en Chochama. Al reencontrarse se abrazaron y prometieron intentarlo de nuevo, pase lo que pase.
                                    


Segundo Viaje
En octubre de 1526, Pizarro y Almagro, con los dos barcos, partieron de Chochama hacia el Sur y llegaron al rio de San Juan. Mientras Almagro volvía por refuerzos a Panamá, el piloto Bartolomé Ruiz, exploró la costa sudamericana occidental hasta Coaque, en cuyo viaje capturó una balsa de indios tumbesinos con los cuales confirmó la existencia del Tawantinsuyo. Luego Pizarro avanzó con su expedición hacia la bahía de San Mateo y al río Santiago, a fines de julio de 1527, y luego llevó a sus hombres que se hallaban descontentos a la isla del Gallo, mientras enviaba los dos barcos a Panamá, con Almagro y el veedor Juan Carballo.
En una de las naves, los soldados descontentos, enviaron a la esposa del gobernador de Panamá un ovillo grande de algodón en cuyo seno iba una denuncia escrita, que terminaba con un texto que decía:
“A Señor Gobernador
miradlo bien por entero
allá va el recogedor
y aquí queda el carnicero”
Enterado del documento el gobernador de Panamá, Pedro de los Ríos, envió dos barcos a recoger a la fuerza a los expedicionarios, los mismos que llegaron a la Isla del Gallo a fines de setiembre de 1527. Al mando de ellos venía el capitán Juan Tafur, a recoger a todos los hombres. Entonces Pizarro, viendo a punto de fracasar su empresa, asumió un gesto heroico, desenvainó su espada, trazó una raya en la arena de la playa y les dijo a sus hombres: “Por este lado se va a Panamá a ser pobres, por éste al Perú a ser ricos, escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere”. Sólo trece hombres atravesaron la raya siguiendo a Pizarro, los célebres “Trece del Gallo”. Los demás soldados se embarcaron con Tafur rumbo a Panamá, y éste trasladó a Pizarro y a su pequeñísima hueste a la Isla Gorgona.
Luego de estar en ella, solos, seis meses, en marzo de 1528, volvió el piloto Ruiz a la isla para recoger a Pizarro. Pizarro convenció a Ruiz para explorar el Sur y llegaron a la isla Santa Clara y a continuación a Tumbes, donde los españoles por primera vez encontraron una ciudad importante y civilizada con fortalezas, templos y murallas. Varios españoles descendieron a tierra y comprobaron la importancia de la ciudad y su elevada cultura y por lo que es más, confirmaron visualmente la existencia del Imperio del Tawantinsuyo.
Pizarro llamó a Tumbes, Nueva Valencia y luego navegó hacia el Sur por las costas del reino vasallo de Chimor, hasta llegar a la desembocadura del río Santa. El Tawantinsuyo había dejado de ser un sueño y un mito, había sido descubierto y Pizarro volvió en triunfo a Panamá


Tercer Viaje
De Panamá a Piura
Partieron de Panamá en enero de 1531, tocando como primer punto la bahía de San Mateo, de donde continuarán su viaje por tierras a través de la región de Coaque. En esta zona fueron atacados por el mal de las verrugas y aún se encontraban en este camino cuando el cacique Tumbalá los invitó a visitar su isla Puná, isla en la cual Pizarro terminará cerciorándose de que el Imperio de los Incas se debatía en guerra civil.
Llegaron a Tumbes en enero de 1532. Al llegar a esta ciudad, Pizarro le ordenó a Hernando de Soto que tomara preso al cacique Chilimasa en represalia porque los tumbesinos lo habían atacado. De Tumbes se trasladaron a Poechos donde su cacique Maizavilca le obsequió a don Francisco Pizarro a uno de sus sobrinos, al que le llamaron Martinillo.
Estando ya en el valle de Chira, en el lugar llamado por los indios Tangarara, Pizarro funda la primera ciudad española en nuestro país, con el nombre de San Miguel (15 de mayo o julio de 1532). También en este lugar construyeron un fuerte donde se quedaron 60 hombres a las órdenes de Sebastián de Benalcázar.
Marcha de Piura a Cajamarca

Partieron en setiembre de 1532. Acompañaban a Pizarro 110 hombres de infantería y 67 de caballería. Después de avanzar por la costa hacia el sur y por Saña levantar a Cajamarca, entrarán a esta ciudad el 15 de noviembre de 1532 e inmediatamente Pizarro le ordenó a Hernando de Soto y luego a su hermano Hernando Pizarro que fuesen a los baños del Inca (Pultamarca) a invitar a Atahualpa a cenar esa noche en Cajamarca, pues Pizarro tenía pensado tomar preso al Inca en plena ceremonia.
Atahualpa no aceptó la invitación para esa noche, sino para el día siguiente, Atahualpa ya estaba en la plaza de Cajamarca y los únicos que se le presentaron por parte de los españoles fueron: Hernando de Aldana, el traductor Martinillo y el dominico Valverde.


Desde Panamá, Francisco Pizarro y sus socios, Diego de Almagro y Hernando de Luque, planearon expediciones al Sur. Luego de dos viajes, llegaron a las costas del Tahuantinsuyo y lo percibieron como un territorio muy poblado, bien organizado y con evidentes signos de riqueza. En 1529, Pizarro viajó a España y firmó con la Corona la Capitulación de Toledo que formalizó las condiciones de la conquista. En el tercer y definitivo viaje, Pizarro, con poco más de un centenar de soldados españoles y 40 caballos, ocupó Cajamarca y capturó al inca Atahualpa (noviembre de 1532). Allí se repartió el producto del primer saqueo de los tesoros, básicamente en oro.  El 26 de julio de 1533 Atahualpa fue ajusticiado en Cajamarca y allí terminó el primer momento de la invasión.
Con la llegada de refuerzos provenientes de Panamá, la hueste creció y Pizarro pudo avanzar hasta el Cuzco, donde se repartió el segundo gran botín, y ocupar otras zonas. Un hecho paralelo fue la fundación de las primeras ciudades: Piura, Cuzco, Jauja y, en 1535, Los Reyes (Lima), que sería después la capital virreinal. Luego vinieron Trujillo, Chachapoyas, Huamanga, Huánuco y Arequipa.
Otro hecho fue el reparto de la población nativa entre los españoles “encomenderos”. Cada encomienda tenía un número de indios y su titular disponía de su trabajo (servicio personal) y cobraba un tributo de ellos; a cambio los indios recibían “protección” y evangelización. De esta manera, las ciudades tenían encomenderos como “vecinos” y este grupo se convirtió en la primera élite del Perú colonial. Gozaron de gran poder económico y político y controlaron instituciones claves como los cabildos. Hasta aquí los hechos.
El rápido derrumbe del Tahuantinsuyo no puede explicarse, como antes se pensaba, por la superioridad de las armas de los españoles o porque la población andina se confundió al ver a estos nuevos hombres como dioses. Es cierto que, en un principio, la población andina vio que los invasores eran seres extraños por su apariencia física (blancos, barbados y con armaduras) y tenían poderes similares a los del rayo y al trueno con sus armas de fuego. Venían, además, en grandes embarcaciones, cabalgaban en un animal desconocido, el caballo, y hablaban en una lengua muy diferente. Algunas poblaciones los llamaron “wiracochas”. Si el imperio fundado por Pachacútec se desplomó en pocos años fue porque los españoles pudieron aprovechar dos circunstancias claves. En primer lugar la crisis política derivada de la pugna por el poder entre las élites cuzqueña y quiteña: la guerra entre Huáscar y Atahualpa, que dividió y desconcertó a la población nativa y a sus curacas.  En segundo lugar, los invasores contaron con el apoyo de numerosos grupos étnicos que no aceptaban el dominio incaico; el “colaboracionismo” de amplios sectores de la población (como los tallanes, los huancas y los chancas) contribuyó notablemente en el “éxito” de las huestes conquistadoras, ahora integradas no solo por españoles sino por numerosos indios, quienes se sentían “liberados” del yugo cuzqueño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario